En marzo de 1960, un grupo de científicos detonó tres bombas de 130 kilos cada una en el sudoeste de Australia, frente a la costa de Perth. Querían comprobar cómo de lejos podía viajar el sonido. Para ello, una estación en Bermudas, justo al otro lado del mundo, trataría de escuchar detenidamente cualquier sonido que le llegara.
No tenían muchas esperanzas. Ya habían probado algo similar y no lo habían conseguido. Así que el lanzamiento de las bombas tenía más que ver con el cumplimiento del plan de investigación que con la expectativa de que se escuchara algo en Bermudas. Pero se escuchó. Y solo tres horas y media más tarde.
SOFAR (hemos llegado)
Pero, para entenderlo correctamente, tenemos que remontarnos dos décadas atrás. En 1943 y tras años de dar vueltas, Maurice Ewing, un investigador de la Universidad de Columbia, se decidió a poner a prueba una de sus teorías: que las ondas de baja frecuencia, al ser menos vulnerables a la dispersión que las altas, deberían poder recorrer grandes distancias sin demasiado problema.
Junto con J.L. Worzel, provocó una explosión de TNT dentro del agua en la costa de Bahamas y esperaron a ver qué ocurría. La señal, confirmando la teoría de Ewing, fue detectada sin problemas por receptores situados en África occidental, a 3.200 kilómetros de distancia. Pero la prueba ayudó a detectar algo más: en torno al kilómetro de profundidad, encontraron el SOFAR (Sound Fixing and Ranging channel) o "canal de sonido profundo".
Descubierto independientemente por Leonid Brekhovskikh, un investigador ruso del Instituto de física Lebedev, mientras estudiaba las explosiones del Mar de Japón, el SOFAR es fenómeno termodinámico gracias al cual "un el sonido introducido en este canal de sonido podría recorrer miles de kilómetros horizontalmente con una pérdida mínima de la señal".
El descubrimiento del SOFAR fue muy útil para diseñar mecanismos con los que detectar submarinos. Y durante décadas, tratamos de entender bien cómo funcionaba el canal, porque no siempre se encontraba a la misma profundidad y de qué factores dependía.
Una radiografía del mar de los 60
El experimento de las bombas australianas quería entender cómo funcionaba el canal a nivel planetario. Pero quizás lo más interesante de esa salvajada de experimento es lo que puede hablarnos del océano, de su temperatura y de sus condiciones hace, ahora, casi 60 años. Para que nos hagamos una idea, la velocidad en que el sonido viaja por el océano depende de su temperatura. En ese sentido, si podemos reconstruir lo que ocurrió durante esas horas de marzo, tendremos una radiografía de aquella época.
Hace unos años, un investigador de la Universidad de Washington, Brian Dushaw, pasó mucho tiempo tratando de reconstruir los detalles del lanzamiento de las bombas. Sabíamos que ocurrió el 22 de marzo a las 03:00am (hora local), así que Dushaw reconstruyó el día a día del HMAS Diamantina utilizando las anotaciones del capitán de la nave.
Ha costado mucho entender la curva del detector de Bahamas que vemos en la parte superior. En el fondo, este tipo de investigación paleooceánica está empezando, pero tiene las claves que nos permitirán entender en profundidad los cambios que está produciendo el cambio climático. Hay mucho que aprender de la historia, que no se nos olvide.
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La noticia El sonido que dio la vuelta al mundo: tres bombas, decenas de miles de kilómetros y un curva llena de preguntas fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
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